viernes, 21 de septiembre de 2012

LA GRAN BANCA ESPAÑOLA URGE A PEDIR EL RESCATE


Hoy, la prensa económica publica las palabras de Francisco González en el Foro ABC, lugar en el que el presidente del BBVA asegura que España debe pedir el rescate (que él prefiere llamar “línea de crédito preventiva”) al BCE “cuanto antes mejor”. La pregunta es ¿mejor para quién?


Sostiene González que, tal como está prevista la actuación del BCE, no debe hablarse de rescate porque bastaría con que el gobierno español formulara  una petición formal para que la autoridad monetaria europea enviara a sus mesnadas a reponer el orden de las finanzas publicas nacionales diciendo – oigan ustedes- vosotros, aquí estoy yo ¿quieren algo?  - y con eso sería suficiente para que todo el mundo saliera corriendo a cerrar sus posiciones cortas y, como posesos, inundarían el mercado con sus órdenes de compra "por lo mejor".

Tanto interés del banquero por que el gobierno se apresure a solicitar la ayuda del BCE seguro que tiene que ver con el patriotismo del sujeto pero ¿hay algo más?

Lo primero que se me ocurre es que ese empeño en no llamar a las cosas por su nombre encierra una trampa peligrosa que conviene denunciar. Llámese rescate o tomate, lo cierto es que, con independencia de cómo se formalice la ayuda del BCE, sea mediante compra de bonos en el mercado secundario (modelo supuestamente aplicable en los casos español e italiano) sea mediante créditos directos al país por parte de la troika (modelos griego, irlandés y portugués) lo que resulta evidente es que lo que importa a los ciudadanos son las condiciones asociadas a la ayuda que exige al prestatario y eso tiene  consecuencias muy distintas para los banqueros (tipo González) de las que afectan a los "personas humanas".

El impacto sobre los ciudadanos ya lo conocemos bien y ni siquiera hace falta mirar a los tres países rescatados para pasar directamente a cortarse las venas, basta con repasar como nos está afectando la cosa ahora mismo a nosotros los españoles y eso que todavía no ha empezado el baile, pero cómo incide el rescate en los grandes bancos españoles es otra cuestión. Para entenderlo hay que considerar dos puntos: 1) como funciona la rentabilidad versus precio de la deuda pública (que es lo que el BCE pretende arreglar) y 2) cuales han sido las consecuencias de la política monetaria del BCE implementada a través de lo que ha venido a denominarse LTRO,s.

En relación al primero de los puntos, el  funcionamiento de la deuda pública en el mercado, la cosa va poco más o menos así. El Tesoro convoca una subasta (mercado primario) de, pongamos, bonos (obligaciones) al plazo de, por ejemplo, 10 años, con un cupón del  5,85% anual. Esto significa que el Estado se compromete a  devolver a su vencimiento, pongamos el 21 septiembre de 2022, el valor nominal del bono, pongamos 100 euros y además a pagar 5,85 euros de intereses cada día 21 de septiembre durante los próximos diez años. Iniciada la subasta los agentes ofrecen un precio por el bono que puede ser superior o inferior a los 100 euros de valor nominal que recibirán al vencimiento y dependiendo de que el precio que ofrezcan sea inferior a los 100 euros la rentabilidad obtenida por la inversión será superior al 5,85% de interés anual al que el bono está emitido o, por el  contrario,  si, ante la percepción de que el riesgo es nulo o despreciable, el inversor podría sentirse atraído por la tasa de interés del cupón, en cuyo caso estará dispuesto a pagar por el bono un precio superior a su valor nominal y,  en consecuencia,  la tasa de rentabilidad de su inversión será inferior a la tasa de interés del cupón. En resumen la rentabilidad aumenta cuando el precio que hay que pagar para adquirir un bono disminuye y viceversa, cuando la rentabilidad disminuye el precio que hay que pagar por el bono sube y quien  vende bonos se beneficia del aumento. Esto no es opinable, es pura matemática financiera.

España emitió ayer bonos a 10 años (colocó 849 millones) con cupón al 5,85% de interés anual pero logró ponerlos en el mercado a un tipo medio del 5,66% porque los agentes pagaron 105,069 euros por cada 100 euros de valor nominal, es decir los inversores parecen apostar por una reducción de la rentabilidad y por consiguiente  por un aumento del precio, o sea por un rescate/tomate

Como consecuencia de esa cosa que hemos llamado LTRO,s (de las que luego hablaremos) los bancos españoles (incluido el que preside el Sr. González) han venido adquiriendo bonos españoles a lo largo de todo el año 2012 (lo que ha permitido, demos gracias al señor,  salvar las subastas del Tesoro) y tienen en sus carteras ingentes cantidades de ellos adquiridos este mismo año a precios muy bajos porque las rentabilidades eran muy altas (por ejemplo la subasta anterior de bonos a 10 años ofreció una rentabilidad del 6,66%., es decir un punto más que la de ayer).  Si mediante el rescate, que el presidente del BBVA solicita con tanto ahínco que el gobierno se apresure a solicitar, la rentabilidad del bono cae (que es lo que se busca con el tomate/rescate) su precio subirá y nuestro amigo podrá deshacerse de unos bonos comprados muy baratos a un precio muy superior. No obstante, no todo son beneficios para él porque su banco perderá depósitos a la vista en un volumen equivalente, al menos,  al que se corresponda con la reducción de las pensiones de sus clientes jubilados más al de las nóminas que tenían domiciliadas los nuevos desempleados que las condiciones impuestas al Estado español por los prestamistas del no-rescate habrán de producir. Me ha dicho un pajarito que los expertos informan a González de que no debe preocuparse de los jubilados ni de los nuevos parados, porque el impacto de la caída del saldo de los depósitos de pensionistas y nuevos desempleados en los resultados de su banco tendrá una  escasísima materialidad ( o sea que serán cuatro perras, nada que ver con los beneficios obtenidos con el aumento de precio de los bonos publícos).

En cuanto a las LTRO,s (Long Term Refinancing Operations u Operaciones de Refinanciación a Largo Plazo) se trata de dos inyecciones de dinero a la banca que el BCE realizó en diciembre y febrero pasados. La cosa rondó la tontería de 1 billón de euros a plazo de tres años y 1% de interés. Los bancos, siempre atentos a su misión canalizadora del ahorro hacia la inversión, hicieron un uso apropiado de esos fondos baratos, a saber: comprar bonos del estado (normalmente cada uno del suyo como corresponde al proyecto  integrador de la Unión Europea),  hacer frente a los vencimientos de su propia deuda y el resto lo colocaron en sus cuentas en el BCE a cambio del 0,25% de interés. El crédito a hogares y empresas han decidido dejarlo para más adelante produciendo (ante el ajuste añadido del gasto e inversión públicos) el derrumbe de la demanda agregada vía contracción del consumo y de la inversión y con ellos del PIB y de los ingresos públicos. Lo que si crece es el paro (como consecuencia de la caída de la actividad) y los compromisos del Estado (producto del mayor desempleo y del mayor coste de la financiación pública). El BCE, en su afán por impulsar la economía aunque eso no forme parte de su mandato, ha decidido reducir los tipos, ahora presta al 0,75% y ya no paga por los depósitos de la banca - ¡hala, para que aprendan – ha dicho Draghi

¿No es para cortarse las venas? Este círculo vicioso impulsado por la intransigencia de los prestamistas está produciendo una transferencia de rentas de las clases menos favorecidas a las opuestas con una intensidad y a una velocidad sin precedentes pero, sobre todo, está enfrentando a Europa (a una parte de Europa, a la parte predominante hoy) con el resto del mundo ¿Cuánto durará esto? Es fácil hasta que se cumplan los postulados del Malthus ese de la entrada anterior a esta o hasta que la Europa predominante perciba que su negocio se está resintiendo.