El tertuliano Wert, ahora convertido en ministro de educación y no sé cuantas cosas más por designio del singular
tipo que, en su calidad de presidente de España ¡vive dios! dice dirigir “cueste
lo que cueste” nuestros destinos, está
desatado.
Sí, desatado está el señor ministro y su señora esposa aún más desatada. Ayer decía la dama en la tele (ahora le
dan cancha en la televisión pública) que los españoles están enfadados con sus
políticos porque - como el Estado lo
invade todo cuando las cosas van mal lo lógico es que el descontento se manifieste
contra los políticos como máximos responsables de tanto Estado – venía a decir,
y yo añado - de tanto Estado y de otro
estado, del estado de las cosas que, supuestamente, gestionan los políticos que elegimos - Curioso
razonamiento el de la ministra consorte, al parecer ella preferiría que
desapareciera el Estado para que los ciudadanos fuéramos directamente con
nuestras protestas a la casa de no se sabe bien quién (ni ella lo sugiere) pero,
entretanto, todos a callar porque protestar en las calles es una grosería y una
ordinariez impropia de gente fina. Para esta señora tan sutil y delicada la
gente parece ser una molestia y, oiga mire usted, en eso coincidimos, yo
también considero que alguna gente es una molestia pero me aguanto ¡que remedio!
(claro que, por suerte para mí, yo no estoy casado con el ministro ese ni con
ninguna ministra) ¿Qué diría Letamendía de esta tesis de la catedrática de
Ciencia Política?
El esposo (mantecoso) de la dama
en cuestión decía ayer en el Parlamento que quiere españolizar a los niños
catalanes “para que se sientan tan orgullosos de ser españoles como de ser
catalanes”. Bien ministro, muy bien “jugao”, españolice usted a los niños de
las Españas, seguro que eso será muy bueno para ellos (o no) pero a mí me
parece que tal vez tampoco estaría mal que catalanice usted a los niños
españoles para que se sientan tan orgullosos de ser catalanes (¿) como de ser
españoles. Si lo que pretende, señor, es mejorar la convivencia debería
considerar esta posibilidad (o no?). Como ministro de cultura seguro que, a
propósito de la conservación del medio ambiente, ha oído decir alguna vez aquello de – no deberíamos
preocuparnos tanto de qué planeta dejamos a nuestros hijos cuanto de qué hijos
dejamos a nuestro planeta – Digo yo que esto debe ser algo así.
¿De que hablarán estos dos cuando
se acuestan cada noche? Miedo me da.